03-04-2023
Cómo combatir un dolor leve o moderado
El dolor es un síntoma tan antiguo como la propia humanidad y, por tanto, una vivencia ligada a la propia existencia del ser humano, el cual ha intentado abordarlo y aliviarlo desde diferentes perspectivas a lo largo de la historia.
En la actualidad, se estima que más de la mitad de las consultas médicas en atención primaria son por este motivo ya que casi el 30% de la población general española padece algún tipo de dolor.
A la mayoría de las personas, además, les afecta en diferentes momentos de su vida, alterando en mayor o menor grado su vida personal, social o profesional.
En este sentido, en España existen algunos estudios epidemiológicos que evalúan la presencia de dolor en la población general. A pesar de sus diferencias metodológicas, demuestran que los dolores leves más habituales son de tipo osteomuscular, cefaleas, dismenorrea y las epigastralgias. En este contexto, es frecuente el uso de analgésicos y la práctica de la automedicación para quienes lo sufren. Por ello, es oportuno conocer qué es el dolor, cómo se puede medir, cuándo se puede considerar leve y cómo podemos aliviarlo.
¿Qué es el dolor?
La definición del dolor es enormemente compleja. Probablemente la mejor definición es la realizada por la International Association for Study of Pain (IASP), que lo define como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con un daño tisular, real o potencial o descrita en términos de dicho daño”. Además, el dolor en general es un fenómeno complejo, resultado de la interacción entre factores fisiológicos, psicológicos y socioculturales.
La importancia del dolor radica fundamentalmente en el sufrimiento innecesario que comporta, en sus repercusiones en todos los ámbitos de la vida (laborales, socioeconómicos, familiares y sociales), en ser fuente de trastornos psicológicos, en su alta prevalencia y, por lo tanto, en la necesidad de ser tratado siempre y adecuadamente.
¿Cómo se mide el dolor?
La medición del dolor es fundamental para su tratamiento, por lo que resulta necesario conocer su intensidad. De su correcta medición y valoración depende la instauración de un tratamiento analgésico adecuado, individualizado y eficaz. Analizando la definición de dolor es posible comprender la dificultad para medirlo, debido a su naturaleza subjetiva y por su carácter multidimensional. Se trata de objetivar un fenómeno fundamentalmente subjetivo sujeto a una gran variabilidad individual, y en el cual el propio paciente es el mejor juez evaluador.
En este contexto, a diferencia de otras variables fisiológicas (pulso, presión arterial, glucemia) no existe un método objetivo y directo que permita medir el dolor. La cuantificación del dolor posibilita tanto establecer su intensidad y sus características, como valorar la respuesta al tratamiento analgésico. Para ello se dispone de múltiples herramientas que, en general se clasifican en tres grandes grupos:
- Métodos fisiológicos: se trata de evaluar distintos procesos fisiológicos que se alteran en presencia de dolor como, por ejemplo: elevación de la presión arterial, determinaciones bioquímicas, estudios neurofisiológicos, pruebas de imagen, etc.
- Métodos conductuales: consiste en la observación de conductas anómalas asociadas a la experiencia dolorosa, por ejemplo: quejidos, expresión facial, llanto, suspiros, etc.
- Métodos de autoevaluación: son aquellos en los que es el propio paciente el que, verbalmente o de forma escrita, realiza una descripción del dolor. A su vez se pueden clasificar en dos grupos:
- Escalas unidimensionales: son aquellas que solo cuantifican la intensidad de dolor y que pueden ser a su vez de diferentes tipos: escala verbal, visual analógica o de expresión facial.
- Escalas multidimensionales: son aquellas que tratan de evaluar los distintos aspectos relacionados con el dolor. Además de la intensidad, miden la cualidad del dolor, así como los efectos que producen otras variables psicológicas y sociales.
¿Qué se considera un dolor leve o moderado?
El dolor se puede clasificar en dolor leve o moderado en función de la intensidad con la que se produce y se padece. En concreto, se acepta la siguiente diferenciación entre ambos términos:
- Dolor leve: es aquel con el que, a pesar de padecerlo, se pueden realizar actividades habituales. Sin embargo, hay dolores leves que pueden dificultar el día a día sin llegar a ser un problema grave, por ejemplo, un dolor de cabeza, dolor menstrual o muscular.
- Dolor moderado: es aquel que cuando se padece, interfiere con las actividades habituales y precisa tratamiento con opioides menores.
Otra diferenciación entre ambos dolores es el abordaje que se puede hacer desde el punto de vista del tratamiento farmacológico. Según la escala analgésica de la Organización Mundial de la Salud, para un dolor leve se pueden utilizar analgésicos antiinflamatorios no esteroideos como primer escalón. Estos agentes presentan techo terapéutico, es decir, una vez alcanzada la dosis máxima recomendada el incremento de dosis no produce mayor analgesia y, por ello, es conveniente comenzar con dosis bajas y terapéuticamente efectivas a la hora de abordar un dolor leve.
El dolor moderado se puede beneficiar además de un tratamiento con opioides menores como la codeína, pero utilizados juntamente con analgésicos no opioides, ya que pueden presentar efectos aditivos o sinérgicos (resultado de la interacción de dos o más medicamentos, cuando sus efectos combinados son mayores que la suma de los efectos que se observan cuando se administra cada medicamento por separado).
¿Quién puede ayudarnos a combatir el dolor?
Las cifras disponibles sobre el consumo de medicamentos antiinflamatorios y analgésicos para el alivio del dolor leve o moderado indican una exposición masiva de la sociedad a este tipo de fármacos en todos los grupos de edad y para una amplia muestra de situaciones patológicas, sin tener en cuenta los efectos adversos por el uso desordenado y continuado de éstos.
El tratamiento del dolor es difícil y, en muchas ocasiones, requiere la valoración por parte de un profesional sanitario. Sin embargo, no siempre se alcanza el objetivo terapéutico con el uso de medicamentos para combatirlo. En este sentido, el farmacéutico comunitario constituye el contacto más rápido y fácil del paciente con el sistema sanitario y, en numerosas ocasiones, el único.
Hoy en día, gracias a la red de las oficinas de farmacia establecidas en España, el farmacéutico comunitario es el profesional sanitario más accesible a las necesidades de salud de la población y puede aportar a los pacientes su conocimiento sobre el uso correcto de los medicamentos, la automedicación y el autocuidado.
En este sentido, en caso de un dolor leve o moderado, puede aconsejarnos sobre el uso adecuado y eficaz de los medicamentos más empleados en estas situaciones como son los antiinflamatorios no esteroideos, así como derivarnos al médico en caso necesario. Este grupo de medicamentos son de dispensación en farmacia y resultan útiles para el tratamiento sintomático a corto plazo del dolor leve o moderado, tanto en adultos y adolescentes a partir de 12 años, como en niños menores. Para un correcto uso del medicamento, es el farmacéutico quien mejor puede ofrecernos la información necesaria con el fin de utilizar la dosis eficaz más baja durante el menor tiempo necesario para aliviar los síntomas, así como consejos específicos en poblaciones especiales.
Referencias
- López Silva, M.C. y cols. Guía de práctica clínica: Manejo del dolor agudo en Atención Primaria. [Acceso: 26 de febrero de 2023]. Disponible en: https://portal.guiasalud.es/wp-content/uploads/2018/12/GPC_368_Dolor_AP.pdf
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